jueves, 19 de mayo de 2011

EL NADADOR UNÁNIME (2004 Fondo de Cultura Económica)






el nadador unánime





1

patio infinito de la gracia, catedral del aire para el niño urbano, paraíso con fritanga sin escuela ni rezos.

y las caballadas veraniegas del sesteo, inolvidables, como el bautismo nadador en el remanso de plata.




2
                          
el puente arqueado con los ojos huecos sobre el lomo alazán del río.

el nadador y el conjuro del canto aprendido en los flamencos erguidos de la infancia.




3

¡ah tiempo redondo bajo los sauces despampanantes de la felicidad!




4

(desayuno)
devorador como un dios frenético el vasco toro, ante el nadador, tendía trampas de cantidades y aromas ¡oh gran prestidigitador de trucos suculentos!

así la pampa alba se abría como un damasco, y los dos mirando, mojados, con esa inocencia de luminosa intemperie.




6

ni el verano con su tremendal amarillo, ni el río alazán deshilachado en oro, ni la mariposa hospitalaria de la siesta.

¡nada de mi infancia que no lleves contigo, oh dama criolla de los encajes y el almíbar!
abuela gaucha por el camino real en el carruaje guitarrero de las bravas maravillas.




7

(amanecer)
¡ah magnificencia del oro! relámpago mudo cayendo en la hierba con su guampa de fuego.




12


los insectos más esplendentes y los más oscuros y terribles, guardados en grandes frascos de dulce.

insectos que trizaban los ojos.



19

¡oh visión maravillosa! la alta y blanca yegua de elogiosa mansedumbre junto al camino largo, aguardándome.




21

niño y hombre durmieron al sereno, aquella vez, bajo el cálido plumón de la noche para esperar el parimiento del hijo macho de un tobiano viejo.




22

 (almuerzo)
la larga mesa familiar, el cordero cruzado en la estaca, el pan casero, los trozos de morruno, las papas y verduras en oliva, los fieros pimientos, el gruyere del grito, el pimentero sol, la sal gaviota, el vino grueso, las uvas moradas y en un rincón el diablo con los ojos desorbitados alzando en su mano el cuchillo cantor de luz.




24

en ciertos atardeceres, aún lo veo al vasco toro con su ballester molina calibre treinta y ocho tiroteando al bendito bajo el cielo en flor del crepúsculo.




28

robar una sandía y junto al río compartirla con el secreto animal amarillo de la siesta.




29

ni las casas de los grandes latifundios ni las antiguas mansiones de los doctores
en donde casta sonreía su rancia descendencia
ni la falsa aristocracia del moño y el charret.

nada más preciado que el humilde rancherío a la sombra bailable del ombú musiquero.




30

nunca ese río prestó su cauce a la estúpida mirada de los comodoros.

sépase que ese río pertenece a los más pobres y a la temida tropilla de los cuatreros del viento.




32

el viejo aguaribay reflejado en la aguada: espejismo de los peces que creen volar.




34

¡nada de aritmética en las tardes brillantes! ocultar en las casuarinas un nido de camoatí para espantar al duende de las obligaciones terrestres.




37

la yeguariza blanca que fulminó el rayo aún brilla en la memoria del nadador como lo hacía en la noche el asombro de la víctima del cazador de liebres.




38

caían los esparaveles en el agua como arañas enormes frente a los pescadores que, cuerpeando, abrían sus ojos de vino oscuro.




39

hubo un día en que anunciaron la llegada de un tornado. el pueblo todo tembló tras los postigos como un caballo herido.




42

hacia el atardecer gustaba el nadador – tras sus fatigas de agua - dormitar y hacerlo boca arriba sobre el cuerpo caído del álamo que derrotó una ventisca, para después, por un instante, ver yacer al cielo ensangrentado.




43

¡basta río, con ese rugido de puma en la creciente! así crepitaban las bocas de mis ahogados queridos.




47

desde el bautismo nadador todo fue azul para sus ojos castaños.




48

ah potro de crines torrenciales detenido por la plata del lucero. helado, acribillado por su luz desconcertante.

¡ay temprana muerte, ladrona de la más pura inocencia!




53

enlazador del sol, el gallo del monte, desplegaba la mañana en las orillas para el paso caliente y silencioso de los remeros de la eternidad.




54

la luna asomaba su cabeza desde el poncho encendido de la noche ¡y eran de alabarse los resplandores del agua!




58

remanso, aguada o laguna: no dejó sitio virgen para su brazada de lagarto. hasta celebraba la tracción de la lluvia nadando por el aire en el oro del canal del entresueño.

y unánime fue. estaba tocado por la razón del agua.




62

efímero el perfume de la cina cina en el verano, como el descanso de una lagartija bajo el sol dinamitero.




66

traducción de la primer melancolía: aquel bote rojo abandonado a la corriente, girando sin cesar, bajo el vientre abierto de la lluvia.




71

por milongas y estilos se conocían hazañas de arreos y tropillas. el nadador se soñaba jinete atravesando la planicie montado en un canto alazán de tranco popular.




72

tierras para el pastoreo, más buenas que la doncella del río que con su beso protege la boca de los cantores ahogados.




73

rota la tranquera, ¡era de verse el puño del vasco toro alzado al cielo como un planeta hereje  amenazando a dios y sus santos penitentes!




75

el nadador perseguía la más alta claridad surcando, cada día, dos leguas de río mulato.




78

¡ah memoria, dadle paso ahora a las recolectoras de frutos con sombrero radiante para el sol campesino!




83

¡oh deleite de las horas más ardientes! andar por el monte bajo un temporal de trinos en llamas.




Canción final


bajo la luna tordilla dijo basta, con el brazo en alto como queriendo pialarla.
¡ay vasco toro! y se hundió en el rubio caranchal de los adioses.



*

primer funeral: canto escarchado en el corazón del ojo.



*

habrá siempre un resplandor de sed y boina vasca en el nadador y sus costumbres
porque la muerte y la distancia son inexorables solamente cuando las besa el olvido.



*

cuando regreso a las costas de la infancia está ese niño solo
aquel nadador unánime esperando ver cruzar el río a los potros azules del dolor.




(Imagen: El nadador crepuscular, 1956 - Víctor Brauner)







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